SIN DISFRUTE NO HAY MACHO
En el último ensayo de "No nacemos machos" Andrew Hernann nos cuenta como él y su grupo de amigos salieron con las amigas de la esposa de Andrew a un bar con Karaoke y como la diversión de cantar junto a aquellos que quieres se termina en el momento que suena en las bocinas una canción interpretada por una mujer, al menos para ellos como hombres. ¿Por qué se da esto? Pues "porque soy hombre y no voy a aguidizar mi masculina voz para intentar llegar a la nota de esa canción, aunque me la sepa de memoria y sí la cante cuando sé que nadie me va a escuchar".
Afortunadamente esto ha ido cambiando y cada vez es más común ir a los bares o lugares de convivencia con música y escuchar a los hombres gritar a todo pulmón canciones como "La gata bajo la lluvia", "rosa pastel", "lo que construimos" y "tu falta de querer" sin miedo a ser juzgados.
Sin embargo es innegable que sí existió y aún persiste una cultura de rechazar todas las conductas que involucren soltar el cuerpo y la voz siendo hombre, una cultura que nos moldeó desde niñxs. Si un niño disfruta su corporalidad y su flexibilidad al bailar se le acusa de ser alguien afeminado, "desde chiquitos se les ve" se dice entre dientes. Los niños juegan fútbol y las niñas bailan, ese era y es el status quo. Y al que lo rompa se le juzga como "maricon" o "machorra".
Una vez identificado el síntoma se receta medicamento y para que todos podamos cantar "Me voy" de Julieta Venegas en paz, los niños puedan bailar con confianza y los amigos de Andrew Hernann sepan que sin disfrute no hay macho.
-A. Rueda Hernandez
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